jueves, 17 de abril de 2008

JUGANDO CON EL AMOR Y EL DESTINO

Demasiado frio en estos últimos días, dándome la razón en muchas cosas que jamás pensé iban a salir de mi boca. Hoy me pongo a pensar que siempre he creído en las casualidades, aunque muy pocas veces he aceptado tal afirmación. Pasa que aquella tarde tropecé con ella, donde menos lo imaginan, bella, inalcanzable pensé. Desde aquel día que la conocí, no dudé, cuando por mi cabeza me paso la idea que era una señal del destino y que tenía que replantearme mi vida sentimental. Por aquel entonces, mi vida caminaba ligada a la de Patricia, una guapa modelo que también se cruzó en mi camino, o quizás yo en el de ella. Tuve la suerte que Paty, como la llamaba, viajaría unos días, estaría sólo por un tiempo. No pensé estar mucho tiempo en aquella cantina, pero aún así seguía atolondrando mi cabeza tras el encuentro con aquella bella mujer que de buenas a primera apareció en mi camino y que desde el primer día se convirtió en mi tormento. Aunque ya llevaba algunas copas de más, y el alcohol comenzaba a hacer efecto en mi cabeza, todavía podía articular una que otra palabra, sin que se notase la borrachera. Aunque sabía que estaba hablando muchas estupideces obvias de un borracho. Así que, aprovechando lo ebrio que andaba, me acerqué y le invité una copa. ¿Por qué estar sólo?, me preguntaba a la vez que me dirigía hacia ella. -No gracias, no acostumbro a hablar con desconocidos. -Bueno, pero eso tiene fácil solución, enseguida me presento. Me llamo Marco, ¿cuál es tu nombre? La conversación resultaba paradójica, sin embargo, tampoco se podía esperar más de un borracho fracasado como yo y de una chica que a la vez que te está diciendo que no quiere que la invites una copa y que no aparta sus ojos de todos aquellos que circulaban a nuestro alrededor. -Mi nombre es María -dijo riéndose. -Pues bien, ahora que ya sabemos quienes somos, lo mejor será que sigamos conociéndonos mientras nos tomamos una copa. ¿Qué quieres tomar? Aquella primera copa hizo que después de tres horas de charla absurda y miradas desconcertantes. María, me invitase a tomar la última en su casa, "un coqueto departamento cerca de allí y donde tenía unas cervezas que no podía dejar de probar". Y aunque mi memoria se pierde y no me deja recordar con exactitud qué pasó en aquel oscuro departamento, lo único de lo que sí estoy seguro es que amanecí desnudo, sobre una cama, vestido con sábanas blancas, con la boca más reseca que nunca y sin rastro de aquella mujer llamada María. Eran cerca de las diez de la mañana. Tenía que levantarme e inventarme una excusa decente para Patricia, no podía permitir que aquella desastrosa noche fuese el motivo por el que me abandonase. Todo era confusión en mi cabeza, tomé el primer taxi que se me cruzo. Decidido de llegar a casa y despojarme de aquella ropa que brotaba olores a humo, sudor y sexo, y clavarme en el trabajo hasta la hora de comer, momento en el que llamaría a Paty, le contaría todo lo sucedido. ¡Cómo que lo sucedido!, gritó una repugnante voz en mi interior. Sí, tenía que contarle la verdad, no podía escuchar las maldades de mi otro yo, debía confesar y asumir el peso de mi pecado. ¿Mi Pecado?, me preguntaba… Sin embargo, cuando más convencido estaba de que lo mejor que podía hacer era contarle la verdad a Patricia y confesarle que estaba arrepentido y que no podía vivir sin ella, por lo que le pedía una oportunidad y que me perdonase, mis ojos húmedos y cansados chocaron con mi amada y ese imbécil de Carlos. El compañero perfecto de trabajo, ese niño con dinero que nunca ha sentido la necesidad de ganarse la vida y que al no conocer la dificultad, no daba nada por perdido. Sin darme tiempo a reaccionar, desaparecieron, camino, seguro, a la cama.... Esa era la triste realidad, triste, rica realidad en sí. Por mi cabeza pasaron muchas cosas. Dejé pasar el tiempo sin saber qué hacer con mi vida, pues aunque era consciente de que mi comportamiento había sido apocalíptico, mi corazón era de Patricia y lo único que quería era buscar la manera de poder salvar nuestra relación y comenzar una nueva historia de amor, en realidad andaba confundido, un tantito loco, palabra estúpida que se me ha pegado últimamente. “Es cierto que cuento estas aventuras que no tienen nada que ver conmigo, pero es una forma para escupir una que otra que otra cosa que me viene sucediendo últimamente, en varías palabras estoy estúpidamente presente, interpreten, si les parece agotador, no lo hagan y continúen leyendo”. Las últimas once palabras, caben afirmar que lo leí en algunos de esos libros, que de vez es cuando se cruzan en mi camino. Por extraño que pareciera, en aquel momento en el que la lluvia se había apoderado de la situación y la tormenta amenazaba un día desastroso, lo único que quería era poner punto y final a mi pasado y darme una nueva oportunidad. Patricia, apareció sola y mirando al cielo se puso la capucha de su casaca roja, creo. Caminaba despacio, así que sin pensarlo salí corriendo tras ella hasta que la alcancé. -Hola Paty -me miró con sorpresa. Su tez pálida, sus labios despojados de pintura y sus ojos negros, no sabían cómo reaccionar. -¿Qué haces aquí?.. -me preguntó con voz entrecortada y con una mirada envenenada por el terror de las desagradables sorpresas. -No importa lo que haga aquí, lo único que quiero es decirte que te amo. Que no me importa lo que haya pasado hasta ahora y que, si de verdad me quieres, olvides todo y me acompañes hasta el día de mi muerte. Pésima concepción de los hombres que alguna vez fallamos, nos damos a notar muy pronto de las barbaridades que cometemos, pobres de nosotros. Cada vez estábamos más mojados. La fuerte lluvia no entendía de momentos, por lo que mi enredado pelo comenzó a descolgarse por mi rostro a la vez que las gotas de agua comenzaban a apoderarse de cuerpo. -Paty, te quiero. Necesito que estemos juntos y seamos felices, no quiero perder el tiempo en recordar viejas historias, sólo quiero saber si estás dispuesta a comenzar una nueva vida conmigo, porque te prometo que si decides agarrarte a mi brazo y acompañarme a nuestra casa, haré todo lo posible porque la felicidad sea el único argumento de tu vida. Me miró. Dejó que las lágrimas recorrieran sus pómulos y dándome un beso en la frente se marchó. Permanecí en silencio. Agarrado a las gotas de agua vi cómo su figura iba desapareciendo. Ahora, ya hace más de dos semanas que desapareció de mi vida. La vida es así de cruel. Uno cree que está preparado para todo y que jamás terminará enganchado a otra persona, sin embargo, cuando menos te lo esperas, el destino baja sus párpados se entrega al sueño y permite que el dolor nos inunde. Reconozco que mi vida no tiene sentido desde que ella me abandonó, pero a la vez me duele reconocer que en realidad yo también la empujé a alejarse de mí. No puedo esquivar mi culpa y dejar de reconocer que mi inmadurez sólo me ha llevado a destrozar mi vida. Los días pasan y cada vez encuentro menos motivos por los que seguir viviendo. Ya no me queda nada por lo que luchar, quizá por eso estoy escribiendo estas líneas de despedida. Quiero que mi muerte sea mi última decisión. Hoy acabaré con todo, “cuando me contabas esta parte de tú vida, recordé parte de mi historia, aquella la cual me sacó por unos días de este mundo, mundo que para muchos es cruel, ya no creo eso, creo y quiero que todo me salga bien”. Seguí esperando a la bella mujer, la cual me dejó “gansamente” enamorado, María, la que por una noche me llenó de sudor, sexo y alegría. “El destino de un amor verdadero es el sufrimiento. Jamás se es feliz”, Me comentó tras su decepción, ahora camina sólo, aquel viejo Marco, sigue esperando volver a encontrarla y decirle que la ama, aunque no sepa como…pobre idiota descontinuado del amor”…

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