martes, 24 de marzo de 2009

Si estuviera muerto


Hoy leía el vespertino más conocido por todos los liberteños, Satélite, en su portada se titulaba sobre la muerte de una jovencita la cual había dejado unas cartas con la razón de su suicidio. Pero al dirigirme a los interiores del diario no encontré transcripción alguna de aquellas misivas.
Aquella noticia despertó mi curiosidad y sobre ello muchas dudas y preguntas sin respuestas. ¿Qué puede pensar una persona antes de morir o cuáles son sus deseos post muerte?, ¿Que se nos cruza por la mente segundos antes de dejar este bello, pero trágico mundo? En realidad eran frases alborotadas que se sumergían en mi cerebro, quizás por el momento que vivía.
Me pondré en situación de uno de ellos, o es más, pensaré estar muerto y me imaginaré todo lo que pueda pasar a mí alrededor.
Relataré mi muerte, tal y como me gustaría que sea. Me gustaría morir en agosto o en abril, no sé porqué, son los meses que se me vienen a la mente. En realidad no tengo idea como ha de suceder, pero quisiera estar dormido y amanecer muerto para tristeza de muchos y beneplácito de otros.
Que mi familia trate de despertarme de mil maneras y yo tenga una cara de felicidad, reflejada en mi sonrisa por ya no estar en este mundo, mis manos juntas en mi pecho, y mi cuerpo frio como el hielo.
Si es que cierto que nuestra alma vaga después de dejar nuestro cuerpo, escucharé los llantos de todo aquel que me quiso. Es donde despiertan los verdaderos amigos que nunca tuve. Mi familia llamará a mi querido trabajo y avisará de mi deceso.
Antes que en el trabajo conozcan de mi muerte, lo sabrá la mujer que amo. Sé que se pondrá mal por haberla dejado de esa manera. Pero siempre me llevará en el recuerdo de sus manos y recordará que la ame más que a nadie.
Me imagino a mi familia corriendo como loca preparando todo para lo que llaman el velorio. A ella la veo triste, pero superará todo con el tiempo.
Yo en mi cama, esperando que lleguen los señores de la funeraria, mi sonrisa sigue siendo la misma, pero mi color ha cambiado. Las horas pasan y el alboroto continúa. Camino por la casa, pero nadie llega a verme, estoy a punto de salir al trabajo, pero tampoco nadie podrá verme.
He llegado y veo mi escritorio desolado, recuerdo a mi amada y quiero verla por última vez, ya no podré sentir sus labios, pero su amor estará impregnado hasta donde el señor que me ha llevado decida dejarme.
Veo unos señores de negro que me inyectan un líquido conocido como formol, ya no siento nada y es la primera vez que me colocan una inyección, me tratan como un muñeco, me alzan y me llevan al ataúd.
Mi familia llora desesperadamente, ahora siento que a pesar de mi forma de pensar me querían. Al no verla decido ir a buscarla, intento tomar un taxi, pero todos se pasan de largo, por más que levanto la mano ninguno llega a parar, que pena por mí, acabo de recordar que estoy muerto.
No hay más opción que caminar, pero alguien llega a levantarme de los brazos y me lleva a mi destino. Al llegar vi su rostro demacrado, el amor de mi vida se encontraba, tan mal como mi familia, no puedo ver esas escenas de llanto y decido regresar a mi casa.
Mi cuerpo esta tendido en aquel ataúd, mi sonrisa sigue tan igual desde aquel momento que no desperté jamás. Mucha es la gente que acude a rezarme, algunos me insultan, y menciona pobre idiota, otros miran y no entiende porque he muerto.
Yo tampoco entiendo porqué escribo estas letras, si en realidad estoy vivo, deseando estar muerto, pero aún gracias a Dios no sabemos cómo será nuestra muerte, pero la mía espero sea tal cual la he narrado.